¿Puede el Ecuador convertirse en una potencia tecnológica?

Desde hace muchos años, fácilmente desde el inicio de mi carrera profesional hace ya dos décadas, uno de mis más grandes anhelos ha sido que nuestro país pueda ser reconocido como una potencia tecnológica. Esto debido a que considero que contamos con suficiente talento humano y ética de trabajo para poder aparecer en el mapa mundi cómo una nación destacada.

Este anhelo y mi pasión personal por la innovación tecnológica me llevaron a pasar los últimos 9 años conociendo de cerca distintos ecosistemas latinoamericanos: Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá, Bolivia, Paraguay y por supuesto el de Ecuador. He tenido la oportunidad de relacionarme con jugadores de todas las aristas: política pública, emprendedores, empresarios, inversionistas, programas de acompañamiento y más. Mi anhelo inicial creció para dar paso a un sentimiento de que los latinos contamos con los elementos clave para convertirnos en fuente de innovación en el campo de la tecnología.

En este mismo proceso de aprendizaje continuo, hace poco pude pasar un mes entero en la nación de Israel, más conocida como la Startup Nation. Para quienes quieran entender por qué se la llama así, sólo hay que revisar las estadísticas en el campo de la innovación aplicada:

• Posición # 11 a nivel mundial en el Índice Global de Innovación 2018.
• Invierte el 4,3% de su PIB en investigación y desarrollo (#1 a nivel mundial, seguido por Japón con el 3,3%).
• Cuenta con un presupuesto anual de inversión pública en innovación aplicada de $450 MM USD.
• Por cada dólar invertido desde el sector público, el estado recibe 6 dólares de retorno.
• Con apenas 8 MM de habitantes cuenta con miles de startups en pleno proceso de crecimiento. (Ecuador en contraposición tiene el doble de habitantes y el número de startups robustas no alcanza un centenar).
• Es el tercer país en número de empresas que cotizan en NASDAQ (sólo después de Estados Unidos y China).
• En el caso más reciente de éxito local, MobilEye fue vendida a Intel por $15,000 MM USD.

Si desean conocer mejor el marco histórico y político que convirtió a este país en una potencia mundial en apenas 30 años, acá encuentran un excelente video (en inglés): https://youtu.be/Nn-_8IniOVk.

Mientras tanto, en Latinoamérica llevamos los dos últimos siglos intentando salir de la infame descripción de “países en vías de desarrollo” con limitado éxito. Es cierto que Chile, Argentina y Colombia están alcanzando excelentes resultados, pero el resto nos seguimos rezagando. En el caso de Ecuador, la innovación tecnológica podría celebrar ser la cuna del software de core bancario más importante en la década de los 80s del siglo pasado, sin mucho más que contar.

¿Cómo damos el salto para convertirnos en una potencia tecnológica?

En el larguísimo viaje de retorno desde Tel Aviv hasta Quito (en mi caso representó casi 46 horas entre aviones, aeropuertos y hoteles), esa pregunta retumbaba una y otra vez en mi cabeza. A continuación les comparto mi opinión personal (abierta a ser rebatida) de qué debemos hacer para dejar de querer ser grandes a realmente SER GRANDES:

1: Investigación académica con verdadera aplicación comercial.

Uno de los contados aciertos del gobierno pasado, fue la inversión en formación de cuarto nivel en universidades extranjeras para ecuatorianos destacados. Miles de talentosos jóvenes viajaron a los extremos del mundo para prepararse en maestrías y doctorados en diversos campos científicos, con el compromiso de aplicar dichos conocimientos de manera local. A su regreso la gran mayoría de estos nuevos investigadores encontraron un país quebrado, unos pocos lograron dedicarse a la investigación pura y otros más a la docencia en las universidades locales.

En el otro lado de la moneda, una exigencia pública —del ente regulador de las universidades — de evaluar el número (y no la calidad) de papers publicados, llevó a muchos investigadores y docentes a dedicarse a producir investigación por el mero hecho de buscar la publicación y no una real aplicación comercial local o internacional. El triste resultado es un desperdicio de talento, tiempo y dinero.

Si comparamos esta situación con lo que pude conocer de primera mano en universidades como el Technion de Haifa en Israel, encontramos que TODA la investigación académica busca la comercialización como fin, sea mediante la generación de patentes y regalías de las mismas (generando un altísimo ingreso propio para la universidad y un circulo virtuoso para más I+D), o sea mediante la generación de startups a través de programas de incubación y aceleración propios o en colaboración con entes privados.

En Ecuador contamos con el talento y las herramientas, es momento de dedicar estos recursos a investigación que desde el inicio apunte a tener una verdadera aplicación en el mercado, especialmente el internacional.

Obviamente, los primeros llamados a cambiar la mentalidad presente son los investigadores, pero deben contar con el apoyo sistémico de la universidad para así hacerlo.

2: No más apps, no más prótesis 3D ni drones…

Existen demasiados emprendedores tecnológicos ecuatorianos enfocados en crear copycats de tecnología que ya existe en países más desarrollados y que ha alcanzado un nivel muy superior al local. Es momento de alejarnos por completo de líneas de negocio que difícilmente pueden competir a nivel internacional, lo que a su vez impide que sean atractivos para los inversionistas de riesgo locales y extranjeros.

Es hora de innovar en las líneas en las que sí tenemos un verdadero potencial como país. Es hora de asumir con orgullo nuestra naturaleza de país agrícola y biodiverso. Es hora de innovar en agrotecnología y biotecnología.

Para nuestra fortuna, agritech y biotech son industrias de altísimo valor comercial a nivel mundial. Si fomentamos más investigación aplicada a estos campos, podremos dar paso a nuevas startups locales que podrían competir en todo el mundo.

3: ¿Y la plata?

Cada vez que hablamos de potencias mundiales en tecnología, forzosamente debemos hablar de inversión de riesgo. Y acá Ecuador está aún en pañales en la parte jurídica, regulatoria, de protección al inversionista y de calidad de emprendedores.

Sin embargo de esto, hay que entender una gran realidad: la plata sigue a la verdadera innovación tecnológica. Sin importar si nace en Ecuador, Estonia, Israel, Sudáfrica o Estados Unidos.

En el país ya empezamos a ver primeros pasos en firme en el campo de la inversión de riesgo, resultado loable del esfuerzo mancomunado de varios actores privados y públicos. Pero la verdadera innovación tecnológica no requiere de inversión de riesgo local para salir adelante.

Claro, cuando comparamos lo que se define como capital semilla en Ecuador ($50K USD) a lo que se hace en Israel ($700K USD), las cifras palidecen por sí solas. Pero una startup puede levantar dinero fuera del país sin problema alguno si se trata de una verdadera innovación. Las startups que no logran levantar dinero suelen culpar al ecosistema local, pero la realidad es que se tratan de emprendimientos que no logran competir a nivel internacional y que no son atractivos para los inversionistas de riesgo.

¿Podemos ser una potencia tecnológica mundial? ¡Claro que sí!

Yo, personalmente, pongo a disposición de cualquier emprendedor que considere que cuenta con una real innovación tecnológica que podría venderse a nivel mundial, mis contactos dentro y fuera del país para conseguir el capital de riesgo necesario para que crezca y se convierta en un jugador internacional. Hay una sola condición: debe tener verdadero potencial basado en innovación tecnológica de clase mundial (especialmente si es agrotech o biotech).

Si conocen a alguien que tiene algo de alto valor en este campo y está luchando para salir adelante, siéntanse libres de contactarme.